Selección natural e intelección: su uso en el consultorio psicológico
En este breve texto, intentaré explorar la relación entre el concepto de “selección natural” de Darwin (2019) y la “función intelectiva del alma” de Aristóteles (1994), así como su aplicación en el contexto de la psicología clínica.
Domesticación
Para explicar el concepto de selección natural, analizaremos ejemplos cotidianos. Muchos de nosotros hemos tenido una mascota, siendo el perro la más común. En el caso de los perros, es evidente la gran variedad de razas. Resulta llamativo que perros imponentes, como el boxer o el bulldog, suelan ser amistosos, mientras que razas pequeñas como los chihuahuas suelen ser más hostiles. El perro se ha adaptado bien a la domesticación, permitiendo a los criadores seleccionar variaciones deseables como tamaño, color e incluso comportamientos específicos. Sin embargo, estas variaciones no son originadas por el criador. Las variaciones en un ejemplar tienen causas naturales como el uso o desuso de una parte de su cuerpo, las condiciones del entorno, entre otros factores.
El criador de perros selecciona y acumula los cambios que coinciden, o se acercan, a lo que espera para esa raza. Sin embargo, los cambios deseables que el criador acumula suelen estar acompañados de cambios desconocidos o no deseados. Por ejemplo, las razas pequeñas suelen presentar problemas respiratorios y cardíacos. Es sorprendente la rapidez con la que pueden ocurrir los cambios en una raza en pocas generaciones. Estos cambios son posibles porque el criador tiene la capacidad de permitir el cruzamiento solo entre los individuos que poseen la característica que desea resaltar.
Pero no todos los animales responden bien a la domesticación. Solo con grandes dificultades se ha logrado la reproducción de osos panda en cautiverio. Se piensa que esto se debe a que el cautiverio supone cambios muy grandes en el entorno de vida de los individuos.
La capacidad del criador para resaltar determinadas características en una raza, así como su incapacidad para evitar que ocurran los problemas asociados, y el hecho de que el cruzamiento en cautiverio no siempre sea posible, nos señalan los alcances pero también las limitaciones de la selección consciente ejecutada por un criador.
Selección natural
La teoría de la selección natural propone que determinadas características de una especie cambien con el tiempo. Este cambio comienza con una variación que puede ocurrir por el uso o desuso de una parte del cuerpo, por cambios en el entorno o por otros motivos, incluido el azar. Cuando el cambio ofrece una ventaja a este individuo y su descendencia, y el cambio se mantiene, si se acumulan suficientes cambios, la nueva forma de esta familia podría llegar a ser clasificada como una especie nueva.
También puede ocurrir que la competencia por recursos limitados ocasione disputas entre la especie y la familia con cambios adaptativos. Y puede pasar que la especie original sea aniquilada por la nueva familia. Esto da lugar, más o menos al mismo tiempo, a la extinción de una especie y al surgimiento de una especie nueva.
El cruzamiento entre especies no es uno de los modos en los que surgen especies nuevas, como en el caso de la mula, que es estéril. Esto es lo que tiende a ocurrir en el cruzamiento entre especies. Los cambios son tan grandes que tienden a no ser heredables. Incluso en los casos más extremos, el embrión no se desarrolla o, si llega a nacer, vive poco tiempo. Esto nos lleva a un aspecto importante en la teoría evolutiva: los cambios siempre son graduales. Los cambios abruptos suelen no mantenerse en las siguientes generaciones, esto en el caso de que esos cambios sean compatibles con la vida y con la capacidad reproductiva.
La migración
Otra alternativa para el surgimiento de nuevas especies es la migración. Una familia migra a un nuevo entorno con características distintas a su entorno original, lo que da lugar a variaciones en la morfología de algunos individuos. Cuando esta variación permite a esa familia adaptarse mejor, estos cambios pueden permanecer en esa familia, lo que puede dar lugar al surgimiento de una nueva especie.
La identificación de especies no siempre es tan evidente como distinguir un perro de un gato. Existen diferentes clasificaciones de especies, y no siempre coinciden. Cuando hay duda sobre si las diferencias son suficientes para señalar una especie nueva, se pueden usar criterios como la forma de los individuos, sus hábitos, la forma en la que se reproducen, la forma del individuo en su etapa embrionaria. Aun así, algunas veces las clasificaciones no coinciden al identificar algunas especies.
Hábito e instinto
Los hábitos de una especie están estrechamente relacionados con su forma. Esta relación es tan cercana que podemos pensar que siempre fue así. Los animales domésticos también nos dan magníficos ejemplos de los hábitos y el instinto. El acto de señalar la presa y cobrar la caza por parte de los perros de caza, o la tendencia de correr alrededor del rebaño en lugar de lanzarse contra este, por parte de los perros pastores, son tendencias heredadas. “No alcanzo a ver estos que actos, realizados sin experiencia por animales nuevos, difieran esencialmente de los instintos verdaderos” (Darwin, 2019, p. 211)
En la naturaleza, hay ejemplos no menos sorprendentes, como el caso de algunas especies de hormigas parásitas, que son incapaces de hacer su nido o alimentarse a sí mismas o a sus larvas. Llegando a morir de hambre si no son alimentadas por un esclavo, incluso habiendo abundancia de alimento. Este instinto de esclavizar a otra especie de hormiga llama poderosamente la atención, porque nos permite ver la fuerza de ese acto instintivo (pueden morir de hambre si una hormiga esclava no las alimenta), y también nos permite inferir que este hábito se fue desarrollando gradualmente, como proceso adaptativo de dos especies distintas, ya que de otra forma la especie esclavizadora no habría sobrevivido. La morfología y el instinto van de la mano, pero son distinguibles.
Hemos visto cómo las especies cambian en su forma para adaptarse mejor a su entorno y cómo este cambio puede estar asociado a nuevos hábitos heredados y asumidos como instinto propio de la especie. Hay suficiente evidencia para decir con razón que las especies tienen su origen en la evolución. Las especies se adaptan a su entorno con pequeñas variaciones en su forma y en sus hábitos. Estos cambios se acumulan por selección natural, mediante la supervivencia de los más aptos, dando lugar en este proceso a nuevas especies.
Teoría evolutiva y contexto cultural
Han pasado cerca de 200 años desde la publicación de la teoría de la evolución. Esta teoría fue muy revolucionaria porque se oponía a la hegemonía de la explicación bíblica en relación al surgimiento de las especies. Durante muchos siglos, se interpretó como realidad objetiva la explicación sapiencial contenida en el libro de Génesis, y en algunos espacios aún se interpreta de esa manera. La formulación de la teoría evolutiva y su aceptación en la comunidad científica permitió el desarrollo de conceptos que explican de manera más satisfactoria los eventos naturales.
A nivel social, el desarrollo de la teoría evolutiva también ha contribuido al creciente distanciamiento entre el pensamiento científico y el pensamiento sapiencial. Hoy en día este distanciamiento parece insalvable. Pero no fue así al principio. Darwin (2019, p. 149) se preguntó: “¿Tenemos algún derecho para suponer que el Creador obra mediante poderes intelectuales como los del hombre?”, y respondió: “debemos suponer que existe un poder representado por la selección natural o supervivencia de los más aptos, que está siempre observando atentamente” cualquier cambio que ayude a la adaptación de las especies a su entorno.
¿Es inteligente la selección natural?
En este punto, parece que la teoría evolutiva estaría atribuyendo a “la selección natural” la característica intelectiva que la propuesta sapiencial le atribuye al Creador. De tal manera que estaríamos cambiando el nombre y características de Dios, limitándolo a uno de sus actos creadores, es decir la naturaleza y las leyes evolutivas. Sin embargo, también podría ser el caso de que estemos interpretando mal el texto. ¿Darwin le atribuye a la selección natural características propias de un ente (algo que es o que existe), o lo delimita como un concepto explicativo?
Hacia el final de “El origen de las especies” Darwin (2019, p. 421) escribe, “Se puede decir que la naturaleza se ha esforzado por revelar su plan de modificación mediante órganos rudimentarios de estructuras embrionarias y homólogas, pero somos demasiado ciegos para entender su significado”. Esta idea nos invita a pensar que no es posible explicar el origen de las especies sin hacer referencia a una inteligencia creadora; la explicación nos permite interpretar que esta inteligencia creó las condiciones ideales para el surgimiento de la variedad de formas de vida que conocemos. Claro que también es posible que en la ciencia no se cuente aún con un desarrollo conceptual que permita ofrecer una explicación puramente conceptual, libre de referencia a una inteligencia creadora, o Creador.
Lo cierto es que incluso hoy en día estamos lejos de esa explicación puramente conceptual. Como lectores modernos, tenemos necesidad de conocer la teoría evolutiva y la intención con la que originalmente fue formulada: “Cuando contemplo a todos los seres no como creaciones especiales, sino como descendientes lineales de unos pocos seres que vivieron mucho antes de que fuese depositada la primera capa del sistema cámbrico, me parece que se ennoblecen… Hay grandiosidad en esta concepción de la vida, con sus varios poderes, fue insuflada originalmente por el Creador en unas pocas formas o en una sola, y que mientras este planeta andaba rondando de acuerdo con la ley fija de la gravedad, de tan simple principio se desprendieron y evolucionaron aún infinitas formas bellísimas y maravillosas.” (Darwin, 2019, p. 429)
El alma
Hace unos 2400 años, Aristóteles expuso una doctrina que curiosamente encaja bien con la teoría evolutiva. Esta enseñanza plantea tres funciones del alma: la nutritiva, que está presente incluso en las plantas; la función sensitiva, que se evidencia en el movimiento locomotor de los animales, y finalmente la función discursiva, exclusiva del ser humano, que es “aquello por lo que vivimos, sentimos y razonamos” (Aristóteles, 1994, p. 107).
A lo largo del tiempo, no se ha resuelto de manera definitiva si el alma es independiente del cuerpo como lo es el piloto del navío (Aristóteles, 1994, p. 105). Sin embargo, está claro que los humanos nos distinguimos de los animales por el uso del lenguaje; y que esta facultad intelectual nos permite deliberar o juzgar mediante el uso de conceptos lo bueno de lo malo. Lo bueno es aquello que se persigue y lo malo es aquello de lo que se huye.
Lenguaje y moral
En esencia, el lenguaje nos brinda la capacidad de nombrar las cosas y los eventos. El nombre permite agrupar las cosas según sus características. Una piedra es un mineral duro, un animal es un ser vivo que se mueve por su propio impulso. No pasa mucho tiempo antes de que surja el deseo de poseer gemas hermosas como el rubí o el diamante; ni para que se prefiera mantener alejadas a las fieras salvajes. Quizás la primera reacción de gusto o disgusto esté libre de la opinión de otras personas. Pero, cuando se le da nombre a las cosas, ese nombre asocia implícitamente a la cosa con la característica de bondad o maldad.
La tendencia a juzgar la bondad o maldad no se limita a las cosas y a los eventos, este hecho queda evidenciado cuando los niños desarrollan el lenguaje. Tan pronto como un niño estructura oraciones, es capaz de solicitar lo que desea y rechazar lo que le desagrada. No pasa mucho tiempo antes de que intente castigar al adulto que lo cuida diciendo “ya no te quiero”, cuando no se le proporciona lo que desea. Esta amenaza no es menor, porque para él “querer” significa “proveer de todo lo necesario”. La moral y el lenguaje son inseparables.
A medida que la persona crece, perfecciona el uso del lenguaje. El lenguaje escrito y las matemáticas se aprenden en la infancia. El uso de la lógica para resolver problemas puede surgir en algún momento del desarrollo de la persona. Mediante el pensamiento lógico y filosófico, las personas verifican si la definición de una cosa o evento corresponde con la realidad. Algo aparentemente sencillo, como identificar si un ser tiene vida o no, puede ser motivo de serios análisis y acaloradas discusiones.
La conciencia moral
Una mascota puede anticipar el castigo cuando percibe que su dueño se acerca al lugar donde orinó. Anticipa el castigo porque ya antes fue castigada en dichas circunstancias. Una persona también puede anticipar el castigo. En este hecho podemos encontrar el antecedente de la conciencia moral. Pero la conciencia moral en el caso de las personas está ligada al lenguaje. El lenguaje perfecciona la conciencia mientras la persona aprende a definir cada vez con más claridad las condiciones y circunstancias que caracterizan la bondad o maldad de un acto.
Ser capaz de juzgar con claridad si un acto es bueno o malo tiene su importancia. Pero ser capaz de preferir lo que es bueno requiere un esfuerzo adicional que va más allá de las definiciones que permite el lenguaje. Preferir el bien y evitar el mal es un estilo de vida que requiere ciertos esfuerzos. Concretamente, se le llama virtud a la tendencia a actuar con moderación al comer o controlar la excitación, proceder con constancia y firmeza, elegir de manera razonable los medios para hacer lo planeado; en esto consisten la templanza, la fortaleza y la prudencia, respectivamente.
Se le llama vicio cuando una persona tiende a actuar de manera contraria a las virtudes. Esta falta de virtud puede generar dificultades tanto en las relaciones interpersonales como en la capacidad para alcanzar metas personales. Cuando el vicio persiste a lo largo del tiempo o se manifiesta de manera más evidente, pueden surgir signos visibles de problemas. Por ejemplo, la falta de moderación en la alimentación puede contribuir a la obesidad. Asimismo, la incapacidad para controlar la excitación puede dificultar el mantenimiento de una relación de pareja exclusiva y duradera, entre otros problemas potenciales. Además, la falta de constancia y firmeza pueden estar relacionadas con el fracaso académico o laboral.
Depresión y ansiedad
Una persona que se involucra con frecuencia en relaciones promiscuas, o que no alcanza la figura física que desea, o el empleo que necesita, puede experimentar síntomas asociados con la depresión o la ansiedad. Existen numerosas condiciones que pueden contribuir al surgimiento de estos síntomas en una persona, y el planteamiento presentado ilustra algunos de ellos. Además, tanto la depresión como la ansiedad pueden estar relacionadas con ciertas condiciones o predisposiciones de carácter biológico, las cuales están fuera del ámbito de competencia profesional del psicólogo.
Conclusión
Una persona puede actuar en alguna situación como si su vida corriera riesgo, o demasiado influenciado por su inclinación al apego (tendencia de muchas especies a socializar con los miembros de su grupo). Al mismo tiempo, todas las personas tenemos la capacidad de actuar conforme a las virtudes, si bien es necesario hacer un esfuerzo para preferir la virtud al vicio.
Una persona solicita consulta psicológica cuando tiene un conflicto interpersonal o cuando presenta algún síntoma. En el consultorio psicológico buscamos la causa del conflicto o del síntoma, teniendo en cuenta la tendencia de las personas a actuar en determinada circunstancia o frente a determinada persona. El análisis está enfocado en buscar las mejores alternativas para resolver el conflicto interpersonal o síntoma, y proponemos alternativas que le permitan al consultante mantenerse en el camino de la solución que eligió por ser la más razonable.
Referencias
Darwin, C. (2019). El origen de las especies (11.a ed.). Editorial Porrúa.
Aristóteles. (1994). Acerca del alma. Gredos Editorial
Un saludo cordial a todos los colegas y personas interesadas en estos temas.
¡Vaya comienzo para este espacio! Dos temas centrales en psicología clínica: selección natural y alma intelectiva. Históricamente, diferentes sistemas y escuelas de psicología (así como también, los distintos modelos de psicología clínica que han surgido en forma paralela o relacionados en alguna medida con dichos sistemas y escuelas) los han considerado y los han dejado de considerar, interpretándolos y estableciendo relaciones entre ellos de distintas formas o con diferentes matices. Y en el recuento de esas diferencias repasaríamos la historia completa, desde Aristóteles hasta el día de hoy; tanto de la psicología, como de la psicología clínica toda.
Independientemente de posicionamientos teóricos o académicos, es importante que los psicólogos clínicos consideren el aspecto moral que su labor conlleva y que reflexionen al respecto de su integración en su práctica de la psicología como profesión. Si lo que he escrito tiene sentido, entonces bienvenido este espacio para la reflexión de estos y otros temas importantes.
¡Felicidades, Psicólogo Jesús Tapia! Recibe mis parabienes para este nuevo proyecto que nos compartes y aprovecho para reiterar mi apoyo, como te lo ofrecí en comunicación personal, en la que tuve el agrado de constatar tu gran calidad humana y disposición de escucha de mis opiniones.